viernes, 10 de junio de 2016

Psicoanálisis: Institución e investigación sexual

(Fragmentos del artículo de Germán García en Revista Literal, Bs. As. 1975)

Cualquiera se asombraría: Quienes pretenden adoptar una posición revolucionaria en psicoanálisis no se han detenido a sacar las consecuencias de la subordinación del mismo a la medicina. La subversión freudiana no puede recuperarse sin una ruptura con el modelo médico que le aporta un fondo de sugestión histórica – creencia del médico, del paciente, del grupo social que vuelve irrisoria toda reflexión sobre la transferencia. Para decirlo con los términos de Levi Strauss, esta subordinación es el núcleo del “complejo chamanístico” que afecta la práctica analítica, siendo responsable –por otra parte- de la confusión entre psicología, psiquiatría y psicoanálisis (…)
Mientras se discurre sobre la diferencia entre ciencia e ideología, las instituciones se hacen duchas en tácticas que hablando del bien de todos, cumplen la estrategia del poder de pocos. Las instituciones practican el arte de la guerra, mientras los inquisidores se adiestran en los beneficios de la habladuría (…)
 Una derrota política es un error de cálculos e implica un desconocimiento de las relaciones puestas en juego: las promesas de los esclavos serían impensables sin las predicciones de los amos. Que se multipliquen en nuestra época los descifradores de enigmas, que los oráculos se transformen en slogans, no deja de tener sus ventajas, puesto que puede calcularse en filigrana el porvenir que dibuja toda mala conciencia en esas sombras que la acompañan (…)
Freud vivía para el psicoanálisis, los profesionales viven del psicoanálisis y esto los lleva a enturbiar las aguas para hacerlas, ya que no más profundas, por lo menos algo más buenas.
La formación del analista depende de una práctica teórica cuya única verdad es la clínica: lo demás se plantea en un campo sanitario dominado por las leyes generales de los aparatos ideológicos del estado, entre cuyos efectos puede contarse la existencia de una masa de profesionales que buscan ubicarse en el interior de una práctica de la que sólo cuestionan – en última instancia la segregación que instaura sobre el porvenir de sus adeptos. La modificación de los aparatos sanitarios se plantea en un campo político, cuya eficacia debe medirse por su capacidad para modificar las “circunstancias” y no por la astucia de los discursos adecuados a las mismas (…)
El psicoanálisis, como la investigación sexual infantil, tiene dos posibilidades: ser el espacio donde un polimorfismo perverso encuentra su palabra o cumplir la función policial de someter los valores del goce a los bienes sociales de la reproducción.
Ya que la cosa es interminable, dejemos el final a las palabras de Pontalis: “Esta incertidumbre sobre la naturaleza del psicoanálisis – el animal ha sido amansado, pero continúa molestando puede ser reconocida en la dificultad que existe para asignarle un status social (en particular, para fijarle un lugar frente a la medicina) tanto como en la dificultad del psicoanálisis mismo: este se da bien cuenta de que posee un poder, pero no en qué consiste su mecanismo. Digamos que dispone de una técnica – aún cuando el término que implica control y transmisión de la experiencia, sea tal vez temerario- pero que ignora el principio y los fines. ¿Sobre qué esta basado, qué persigue? Esta ignorancia no es fortuita. La mayor parte de los psicoanalistas al afirmar, como lo hacen, la primacía de la técnica, manifiestan que se refieren a la eficacia más que a la verdad (…)
Ser tomado por un psicoanalista es algo inevitable, pero tomarse por un psicoanalista es el principio de la impostura”.

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