sábado, 3 de febrero de 2018

Seminario de Lectura 2017 IOM2 Delegación San Fernando: “La presencia implacable del deseo”.

Este año hemos decidido señalar en el título de nuestro Seminario Anual el estilo en el que la presencia del deseo se anuncia en la clínica, pero también en la política del psicoanálisis. Para ello hemos tomado como referencia principal el apartado “La dialéctica del deseo” del Seminario “El deseo y su interpretación”. Apoyados en él, pero también proponiendo una lectura intertextual establecida por la discusión e interés de los miembros de la Delegación, pudimos concretar un año de trabajo cuyas consecuencias serán leídas a partir de ahora. Diversos autores han sido incluídos en el desarrollo de las clases: los ya ¿bien? conocidos S. Freud y J. Lacan, como Oscar Masotta, J.A. Miller, E. Laurent y Germán García.
A continuación, las reseñas de las clases brindadas por los invitados externos al Seminario:
Mónica Wons: ¿Es mentiroso el ghost?
Por Augusto Pfeifer
Es en su “Presentación del Seminario 6” donde J. A. Miller propone una idea del lector: “Se trata entonces de saber cada vez, para quién lo lee, si aquello que se lee es una perla, un término que vale la pena subrayar y propagar, desarrollar, o si, al contrario, es accesorio, un deslizamiento que enseguida es corregido”.
Y, si el “hilo del Seminario que nadie puede desconocer” es el fantasma, Mónica Wons decide trabajarlo en el anudamiento que Lacan hace de él con el ghost; esa presentificación del padre tan bizarra y necesaria en la obra de Shakespeare; esa figura, también, ajena al mundo de los vivos que denuncia que será condenado eternamente por haber sido asesinado en la “flor de sus pecados”, a la vez que exige una venganza en su nombre; elementos suficientes como para construir una encrucijada para Hamlet.
Interesante tensión, que derivará en los interrogantes respecto al estatuto del Otro, del modo de estructuración del deseo, y las vías por las que éste queda impedido.
Recordemos lo que ubica Lacan en la Clase 22 -tomada como referencia por la invitada-: “Todo lo que se afirma como buena fe, fidelidad y anhelo se plantea entonces para Hamlet, no sólo como revocable, sino como literalmente revocado”. Así, lo que está garantizada es la no verdad y será ella la causa del estupor “en que entra la mente de Hamlet luego de las revelaciones paternas”. Es Hamlet, puntualiza Wons, quien es envenenado -por la palabra del padre-. El protagonista es, a fin de cuentas, el condenado a percibir que la verdad se le sustrae para siempre.
Wons apunta lo que para ella se presenta como un horizonte de trabajo. El Seminario 6 permitiría realizar una deconstrucción de la función del padre tal como Lacan lo trabajó en el Seminario 5; posibilitando pensar luego -señala ella- un más allá del padre, un más allá del complejo de Edipo: por un lado contraponiendo el sujeto de la metáfora paterna -donde es el Nombre del Padre quien ordena el conjunto de los significantes- con el sujeto que no logra representarse por un significante. Por otro lado, en el camino que Lacan traza en relación al objeto: partiendo desde el objeto del deseo, al objeto pre-genital, objeto voz, para alcanzar una pregunta por la exhibición y la mirada.
La docente plantea una serie de preguntas: ¿el fantasma miente? ¿Ofrece una última palabra sobre el goce del sujeto? ¿Podríamos pensar al fantasma como elemento que permite cierta estabilidad al deseo -frente a la metonimia que no le permite representarse-?
Y en contraposición, señala cómo Lacan definía un año antes a la función paterna: el Nombre del Padre es el significante en el Otro que responde por el ser del sujeto.
La clase, organizada el día 20 de octubre en la sede de nuestra Delegación, finaliza situando a Hamlet como la vía que encontró Lacan para cuestionar la solución fálica en tanto ley normativizante.

Mónica Wons es miembro de la EOL y la AMP
Roberto Bortnik: Dialéctica del deseo y complejo de castración
Por Virginia Gilardi
Con el título “La dialéctica del deseo y el complejo de castración” y tomando como bibliografía de referencia el capítulo 20 del Seminario 6 de J. Lacan, “El fantasma fundamental” y el texto de Oscar Masotta, “Edipo, castración y perversión” Roberto Bortnik, para comenzar, se centró en el título de la clase y los dos sintagmas que lo componen: “Dialéctica del deseo…” señala cómo de un modo estratégico el psicoanalista ubica el concepto de deseo, que si bien es un concepto freudiano, vía la dialéctica remite al logos, al discurso y a la demanda simbólica. Por otro lado, el sintagma “Complejo de castración…” queda ligado a Freud a través de la “Organización genital infantil” y la “sexualidad femenina”.
Estos dos sintagmas sitúan a J. Lacan en un contexto de lectura de los textos freudianos y en su retorno a Freud.
Vía el complejo de castración el concepto de inconsciente queda como valor desde Freud asociado a la sexualidad humana. Para captar lo propio del deseo humano será determinante referirse a ella. Después de Freud los analistas rebajaron el alcance del deseo en la teoría y la práctica del psicoanálisis al plano de las relaciones de objeto en línea con la necesidad, la demanda y el concepto de frustración denegando el interés en la fase fálica y la sexualidad femenina como constitutivas del sujeto y su deseo. La equivalencia niño- falo articula el deseo del niño con el deseo de la madre y da origen, en tanto el niño se distancie de esta captura, a un nuevo deseo por fuera del de la madre. Presencia del deseo en un sujeto via la interdicción paterna en tanto un padre es una madre que no se agota en un deseo de hijo.
En el capítulo 20 del Seminario 6 el interés está en ubicar la especificidad del deseo para el psicoanálisis. La cosa freudiana es el deseo. Una práctica que toma como principio un deseo que no se adapta a la realidad de los acontecimientos. Deja la realidad del deseo para el psicoanálisis como una pregunta siempre abierta que no permite arribar a algo que sea acabado, cerrado, satisfactorio. La pregunta sobre el objeto que le serviría de soporte a este deseo será la del fantasma fundamental que en su estructura sincrónica será también sostén de un sujeto que en tanto deseante se desvanece.

Roberto Bortnik es miembro de la EOL y la AMP, Comisión Ejecutiva CID Bahía Blanca del IOM

Luis Salamone: El fantasma en el deseo y en las neurosis
Por María Verónica Rios
El 1 de septiembre Luis Salamone estuvo a cargo de la segunda clase de docentes invitados del IOM2. Con un título atinado e interesante seguimos la clase.
El encuentro de Lacan con la ética y el deseo. Cuenta Judith Miller que Lacan tenía un gusto particular en sus lecturas tempranas. A los 14 años leía el texto “Ética demostrada según el orden geométrico” de Baruch Spinosa, mamotreto difícil de soportar que demuestra geométricamente qué es la ética; en un apartado dice: la esencia del sujeto es el deseo. Lacan recorta allí esa perspectiva antes de encontrarse con S. Freud. De entrada está la cuestión del deseo. Lacan plantea que el grito que el infante dirige a la madre se inscribe en el sistema simbólico. Para precisar esto arma una diferencia entre necesidad, demanda y deseo; el hecho de hablar nos separa de la necesidad, en la vía de la demanda. Es así cómo el deseo se instaura en el campo del Otro y el sujeto queda a merced del él.
La solución a este encuentro con el deseo se presenta en las neurosis de dos formas, según la repuesta fantasmática: el modo obsesivo y el modo histérico; dos posiciones deseantes que Freud ubica en el “Proyecto de una psicología para neurólogos”, según se trate del encuentro con el Das Ding. Si es displacentera se trata de histeria y si es demasiado placentera se trata de obsesión. Hay maneras de enredarse con ese deseo. Un nombre de ese enredo puede llamarse, en esta época, depresión. Así la clase nos fue introduciendo en los tropiezos del sujeto con el deseo del Otro y la respuesta neurótica.
El deseo evanescente en la neurosis obsesiva encuentra su aporía en el mito de Tántalo, que, a falta de comida, sirve a Penélope cortada en pedacitos al banquete de los dioses. Crueldad que le vale el castigo de los dioses, que lo eterniza a la imposibilidad de acercarse a una satisfacción que no esté acompañada de un tormento.
En “Síntoma y fantasma” Miller localiza al fantasma como una máquina, como un medio para transformar el goce en placer. Salamone plantea los usos del fantasma, y el impasse del deseo en la neurosis. Es el fantasma como respuesta al deseo del Otro el precio que paga el neurótico para obtener una satisfacción problemática. Para localizar los goces se remite a las fórmulas de la sexuación en el Seminario 20 y plantea un debate para la clase, cuya afirmación es que: el fantasma es masculino. Dicho sintagma nos puso a trabajar en las vicisitudes de la posición femenina, la histeria y el amor. Compara al fantasma con un atrapadeseos. Asimismo problematiza el goce femenino y separando el goce superyoico del lado del estrago femenino del goce vivificante permeable al deseo; en esa dirección se orienta un análisis. Y señala que la mirada de horror sobre el goce femenino obtiene dicha significación en tanto es un fantasma neurótico.


Luis Salamone es miembro de la EOL y la AMP. Autor de varios libros: " Alcohol, tabaco y otros vicios", "El amor es vacío", "El silencio de las drogas", "¿Todos adictos?", entre otros.


Extracto de “Psicoanálisis dicho de otra manera” de Germán García.

A modo de un hallazgo nos encontramos hace unos meses con este libro que creíamos ya agotado. Editado en el año 1983 en España por la editorial Pre-Textos, y ahora exhibido en el Centro Descartes, fue leído con el entusiasmo de los que creen que aún perduran las palabras actuales de un maestro. Compartimos con ustedes un extracto del texto “Colofon”, último artículo de la obra:

“El aprendiz de brujo, al final, descubre que el maestro tampoco controlaba sus efectos. Que solamente el acto puede cortar el circuito de la suposición: yo sé que usted sabe/ que yo sé que usted sabe.
Ese acto, cuando se trata del psicoanálisis, no tiene otra garantía que el deseo -no digo la satisfacción- de la diferencia más pura.
La escucha, cuando no se abre al deseo, es paranoica: de ahí las “causalidades” que se inventan y las “casualidades” que se ignoran.
¿Qué diferencia existe -se preguntaba Sigmund Freud- entre un analista y un supersticioso? Y, por supuesto, tenía una respuesta: para el supersticioso existe la determinación en la realidad, para el analista la contingencia del discurso engendra retroactivamente los efectos de una determinación múltiple.
Y discurso no significa el habla, sino ese acto del inconsciente al que responde el que habla. El que se confiesa sabe por qué lo dice, sabe a quién lo dice, sabe lo que dice. El que asocia no sabe por qué, no sabe para quién, no sabe qué. El inconsciente -dice el maestro- es un saber sin sujeto. Y dice que lo escuchó. El maestro era el aprendiz de brujo, por eso se cuidaba de los embrujos y las sugestiones de sus discípulos.
Hoy se cree que la figura del maestro es obsoleta, que a una cultura de autómatas le corresponde una enseñanza automática. Los fracasos escolares se resuelven en la paranoia: siempre existe un agente exterior que es la causa (la familia, la televisión, el medio social). La pérdida de la autoridad se resuelve en seducción y el fracaso de la seducción conduce a la paranoia. ¿No convendría una nueva lectura de El maestro de San Agustín, no sería interesante saber qué era una “escuela” en aquellas épocas de la Academia de Platón y el Liceo de Aristóteles?”.

Oscar Masotta, otra perspectiva.

Por Félix Chiaramonte


“Sigmund Freud se propuso ampliar la razón ilustrada para entender la lógica de las pasiones románticas y en esto fundaba la asimetría entre analista y analizante. El primero se sustrae a las pasiones del segundo, mediante algo que se llama deseo de analista, deseo de analizar y no de cualquier cosa.”
Germán García, en su libro El psicoanálisis y los debates culturales, comenta la historia de la disciplina creada por Sigmund Freud, y si bien es cierto que la versión oficial se había iniciado con la institucionalización en 1942 en el comienzo de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), nos encontramos con un antecedente: en 1910 el chileno Germán Greve había presentado en un congreso del Centenario de la Independencia un escrito sobre esta doctrina analítica. Es decir que tenemos la primera mención del psicoanálisis en la cultura, aún cuando su práctica se realizaría en estas tierras tiempo después.
Hay que tener en cuenta que para nuestra actualidad, en parte alejada de la APA y su programa médico no apto para psicólogos hasta la década de los ‘80,  también se ignora de un modo políticamente correcto a Oscar Masotta, a quien Jacques Alain Miller señala como “el asombroso argentino” que, sin que interviniera Jacques Lacan directamente, hizo llegar y multiplicar su orientación en la lengua castellana. (Ver reedición próxima de : Oscar Masotta y el psicoanálisis del castellano, de G. García)
Lógicamente, muchos/as que se publicitan como practicantes lacanianos no necesariamente conocen esta referencia. Sugestionados por una ensalada de materias que contribuyen a la desorientación universitaria del recién recibido, suponen que el psicoanálisis nació en un hospital y que la psicologización y la medicalización es lo más natural en la era de la deshistorización. Por supuesto que existen los informados y los curiosos que se interesan por lo que se oculta en los grupos de estudio y en las cátedras del olvido, en los posgrados y las especializaciones que,  como en el resto del mundo, intentan conseguir un lugar con más “créditos” en la lucha del mercado.
Pero entonces: ¿por qué es importante el referente Oscar Masotta?
Porque se trata de alguien que reveló un saber-hacer en una trayectoria sin igual, mostrando los impasses de su vida, asumiendo la decisión por encarnar un nuevo discurso, entrando y saliendo de la Universidad sin dejarse encorsetar por los programas domesticados de las carreras de grado, continuando la intertextualidad en las lecturas analíticas, institucionalizando junto a otros, pero con su estilo inconfundible,  la propuesta de Jacques Lacan en Argentina.
Es por eso que el lugar del analista se ubica en la pertenencia y adscripción a una institución analítica,  en donde se dé lugar al deseo, el cual no depende de matrículas obligatorias ni de currículum infatuados, pero sí de la transferencia al psicoanálisis mismo. Es decir,  asumir que es una posición diferente de la búsqueda de seguridades sociales, certificaciones oficiales o posgrados de-formación.
La perspectiva de un psicoanálisis por-venir retoma la dialéctica de su historia para encontrar la experiencia de lo real,  no solamente para analizantes, sino también para los analistas, a cada uno en su diferencia.

Diciembre 2017.