Por Félix Chiaramonte
“Sigmund Freud se
propuso ampliar la razón ilustrada para entender la lógica de las pasiones
románticas y en esto fundaba la asimetría entre analista y analizante. El
primero se sustrae a las pasiones del segundo, mediante algo que se llama deseo
de analista, deseo de analizar y no de cualquier cosa.”
Germán García, en su
libro El psicoanálisis y los debates culturales, comenta la historia de la disciplina
creada por Sigmund Freud, y si bien es cierto que la versión oficial se había
iniciado con la institucionalización en 1942 en el comienzo de la Asociación
Psicoanalítica Argentina (APA), nos encontramos con un antecedente: en 1910 el
chileno Germán Greve había presentado en un congreso del Centenario de la
Independencia un escrito sobre esta doctrina analítica. Es decir que tenemos la
primera mención del psicoanálisis en la cultura, aún cuando su práctica se
realizaría en estas tierras tiempo después.
Hay que tener en
cuenta que para nuestra actualidad, en parte alejada de la APA y su programa
médico no apto para psicólogos hasta la década de los ‘80, también se
ignora de un modo políticamente correcto a Oscar Masotta, a quien Jacques Alain
Miller señala como “el asombroso argentino” que, sin que interviniera Jacques
Lacan directamente, hizo llegar y multiplicar su orientación en la lengua
castellana. (Ver reedición próxima de : Oscar Masotta y el psicoanálisis del
castellano, de G. García)
Lógicamente,
muchos/as que se publicitan como practicantes lacanianos no necesariamente
conocen esta referencia. Sugestionados por una ensalada de materias que
contribuyen a la desorientación universitaria del recién recibido, suponen que
el psicoanálisis nació en un hospital y que la psicologización y la
medicalización es lo más natural en la era de la deshistorización. Por supuesto
que existen los informados y los curiosos que se interesan por lo que se oculta
en los grupos de estudio y en las cátedras del olvido, en los posgrados y las
especializaciones que, como en el resto del mundo, intentan conseguir un
lugar con más “créditos” en la lucha del mercado.
Pero entonces: ¿por
qué es importante el referente Oscar Masotta?
Porque se trata de
alguien que reveló un saber-hacer en una trayectoria sin igual, mostrando los
impasses de su vida, asumiendo la decisión por encarnar un nuevo discurso,
entrando y saliendo de la Universidad sin dejarse encorsetar por los programas
domesticados de las carreras de grado, continuando la intertextualidad en las
lecturas analíticas, institucionalizando junto a otros, pero con su estilo
inconfundible, la propuesta de Jacques Lacan en Argentina.
Es por eso que el
lugar del analista se ubica en la pertenencia y adscripción a una institución
analítica, en donde se dé lugar al deseo, el cual no depende de
matrículas obligatorias ni de currículum infatuados, pero sí de la
transferencia al psicoanálisis mismo. Es decir, asumir que es una
posición diferente de la búsqueda de seguridades sociales, certificaciones
oficiales o posgrados de-formación.
La perspectiva de un
psicoanálisis por-venir retoma la dialéctica de su historia para encontrar la
experiencia de lo real, no solamente para analizantes, sino también para
los analistas, a cada uno en su diferencia.
Diciembre 2017.
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