Por Verónica Rios
NOVIEMBRE 2014
El programa de lectura del IOM2 de este año, sigue un itinerario
propuesto por J. Alain Miller en el capítulo llamado Historización del Libro
“El ultimísimo Lacan”. La propuesta consiste en una articulación de textos,
donde la periodización de la enseñanza de Lacan abre un nuevo riesgo de
lectura. El recorrido localiza un primer Lacan, más puntualmente de los 10
primeros años de su enseñanza a partir de “Función y campo de la palabra y del
lenguaje en psicoanálisis”, y también del último Lacan que empieza a
desarrollarse en el Seminario 20. En el medio propone el Seminario 11, que se
trata de un segundo Lacan y es así que ésta periodización, localiza un nuevo
Lacan, El ultimísimo Lacan, en éste punto de la enseñanza J. A. Miller señala
un campo nuevo al cual no hemos entrado realmente.
Al comienzo nos presenta un cuadro de doble entada donde Real e
Historia guían el camino de lectura. La invitación es a dejar de lado las ideas
de desarrollo y seguir una indicación donde Miller superpone dos épocas en tres
escritos, por un lado el último escrito de Lacan de 1976 “Prefacio de la
edición inglesa del seminario 11” de los Otros escritos y por otro lado la
“Respuesta del comentario de Jean Hyppolite” de 1954, y “Función y campo de la
palabra del lenguaje en psicoanálisis” de 1953. El trabajo consiste en rastrear
las consecuencias de una lectura que no es cronológica sino que propone
retroactivamente, rastrear ¿qué de lo real en el primer Lacan?, y ¿qué queda de
la historia en el último Lacan?. El inconsciente según el primer Lacan es
historia, cita de la página 251 de los escritos “Lo que enseñamos al sujeto es
a reconocer como su inconsciente es su historia”, ésta idea de enseñar al
analizante, ya no va a volver a aparecer en Lacan. Por el contrario en el
“Prefacio de la edición inglesa” se plantea otra formulación de la posición del
analista “No hay allí amistad que a ese inconsciente lo soporte”, ya no se
trata de ayudar a perfeccionar, ni de amistad, ni de socorro samaritano.
Miller despeja la lectura del primer Lacan con la siguiente
pregunta ¿Qué relación con lo real conlleva esta relación del inconsciente en
tanto historia? La historia de la cual se trata en 1953, tiene una vocación
totalitaria, es una historia que se desarrolla en la comunicación con el otro,
es un inconsciente intersubjetivo. Se trata del Inconsciente transferencial.
Pero se puede leer a contraluz un modo de presentación de aquello que hace
límite a la rememoración y que queda del lado de la reminiscencia. Es en la
“Respuesta al comentario de Jean Hyppolite sobre la Verneinung de Freud”, donde
encontramos el caso freudiano del “hombre de los lobos”, en el relato de la
alucinación del dedo cortado, se trata de lo no simbolizado, se localiza que en
la alucinación no hay vida vivida en tanto historia. No obedece a las leyes del
lenguaje y es independiente de la intersubjetividad. Hay una interrupción en el
flujo temporal, ello apunta a una falla que devela que no hay simbolización
primaria, se trata de lo no historizable. Éste límite está ausente en “Función
y Campo de la palabra”. Es así que Miller en una superposición de los dos
escritos encuentra al inicio, la antinomia Real e Historia.
El último texto escrito por Lacan es “Prefacio a la edición
inglesa del Seminario 11”, Lacan nombra el inconsciente real, “cuando el esp de
un laps, o sea… ya no tiene ningún alcance de sentido (o interpretación) solo
entonces uno está seguro de estar en el inconsciente”, y agrega “Uno lo sabe,
uno mismo”, Miller señala que se trata de un S1 sin articulación con S2. Y que
se trata de un sí mismo solo, no hay ni intersubjetividad, ni
intersignificancia. “Pero basta que se le preste atención para salir de él”,
así llegado ese momento hay sentido e interpretación, salimos a el inconsciente
transferencial, hay encuentro con el analista y queda a su vez capturado, lo
que pasó antes de la máquina de sentido e interpretación.
En el seminario El sinthome capítulo IX “De lo inconsciente a lo
real”, Lacan se va a referir a ese real como su invento, su respuesta
sintomática frente al invento freudiano del inconsciente. Es en éste tramo de
la enseñanza que Miller sitúa a El ultimísimo, y lo califica de un camino
abierto que apenas se vislumbró.
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