Reseña realizada por Augusto Pfeifer
NOVIEMBRE 2014
El sábado 22 de
Noviembre tuvimos nuevamente la oportunidad de compartir una Jornada de
discusión y debate en Tigre. La misma, organizada por la APSaT, se desarrolló
en dos momentos: una primera mesa que estuvo a cargo de la Lic. Claudia
Bentancur (Inspectora de la modalidad Psicología Comunitaria y Pedagogía Social
DGCyE. Inspectora Jefa Regional) - respecto a los problemas actuales en la
educación; y a continuación una conferencia a cargo de Germán García titulada
¿Qué pasa con la terapia cognitiva?
La apertura estuvo a
cargo del Lic. Félix Chiaramonte, con la presencia del Lic. Pedro Salas.
Presidente del Colegio de psicólogos de San Isidro, Distrito XV.
“Los problemas actuales
de la educación”
La Lic. Bentancur expuso
acerca de una problemática particular: el alumno no cumple la exigencia de la
institución: el aprendizaje. Ubicó la necesidad de partir de una “unidad de
análisis” que incluya tanto a los alumnos, a los contenidos, como a los
docentes. Este nuevo objeto (que impide aludir al alumno como único problema)
reclama no localizar la atención en el capital que cada alumno pueda poseer,
sino en la intervención que partió de la institución misma. ¿Qué respuesta -del
docente, del contenido- fue la qué posibilitó el fracaso de su objetivo? En
esta línea agregó que el trabajo del docente es “intervenir en el hecho
educativo que es absolutamente artificial, deliberado”. El alumno, en este
contexto, sólo se constituye si hay práctica docente. Vemos así el rol que
cumplirá en este análisis la implicación de cada uno de los actores
institucionales.
La exposición abrió un
extenso debate, donde se plantearon diversos interrogantes: ¿Cómo afrontar la
burocracia que anula la singularidad y la posición deseante? ¿Las
clasificaciones (supuestas) diagnósticas ayudan a inteligir los problemas de la
educación?
“¿Qué pasa con la
terapia cognitiva?”
Este interrogante -al
decir de Germán García- debiera interpelarnos como practicantes del
psicoanálisis. Si criticamos algún postulado del cognitivismo, debemos
informarnos sobre los modos de circulación y constitución de sus saberes, como
así también de los intereses económicos que en ellos se dejan ver.
Señaló que en los
Estados Unidos, como en el resto del mundo, el saber circula anudado a su
financiamiento. Cada novedad que surja necesitará de por sí su economía: he
aquí el “problema del saber contemporáneo”. La terapia cognitiva aparece
entonces como resabio de las ciencias cognitivas en su “conjunción con el viejo
y malquerido conductismo”. Destacó que sus modificaciones a lo largo de los
años son constantes, pero el núcleo es el mismo: olvidan que uno sufre de cosas
que ya sabe. Este planteo lo articuló con la diferencia entre el saber y el
conocimiento. El saber, tal como lo hipotetiza el psicoanálisis, tiene una
relación con el deseo y el cuerpo erógeno de cada sujeto. Rescató así la
postura freudiana: “todo lo reprimido pasó por el yo”; lo cual no impide que
haya gente que no quiera saber. García definió la lógica circular de suposición
de saber en la cual se sostiene nuestra práctica en el dispositivo analítico:
“yo sé, que usted sabe, que yo sé, que usted sabe, que yo sé”. Durante su exposición
citó puntualizaciones del texto “El psicoanálisis y las terapias milagrosas” de
su autoría, en donde retoma las investigaciones de la Revista Mente y cerebro,
sobre neuroteología, así como también las difamaciones de El libro negro del
psicoanálisis, y el texto La mente no funciona así, de Fodor. Fundamentó de esa
manera su posición crítica, cuestión que lo llevó inclusive a dar clases en la
Universidad de Buenos Aires sobre el tema en el año 1999, más allá de su
recordado artículo del año 1986, A causa de Mario Bunge.
Respecto a las
clasificaciones diagnósticas que proliferan en nuestra época, subrayó que
siempre hay filtración de una a la otra, así como también efectuó una crítica
desde lo que plantea Ian Hacking con la problematización de las “clases interactivas”.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que la “ritalina o medicaciones de
cualquier tipo” siempre estarán disponibles en nuestra época para abordar la
hiperactividad de los niños como un destino final luego de los resultados
negativos de cualquier terapia cognitiva. Es decir, que la medicación ya está
indicada desde el principio mismo de la terapéutica, no se trata de una
contingencia posible para atender una complicación, sino de algo estipulado con
anterioridad de acuerdo a los intereses de los laboratorios farmacéuticos y las
opciones cognitivo-conductuales.
Nuestra época exige soluciones “genéricas para
cosas que no son genéricas”. En su oposición, un psicoanalista no debe tener
ideas fijas, “tiene que enseñar a los candidatos que no tienen nada para
vender”, o sea, que debe cuestionar toda promesa de curación que implique una
significación ya dada de antemano.
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