Félix Chiaramonte
Noviembre 2015
Noviembre 2015
Las letras se dibujaban en la
hoja vacía de un cuaderno cualquiera. La perspectiva de un nuevo trazo iba
precisando los lugares de un analista. Justo a tiempo, luego de la angustia,
propiciando el camino de un deseo indestructible. Estábamos a fines de 2005 y
el nombre de Oscar Masotta nos había puesto a trabajar.
La virtud indicativa que supo
señalar Germán García, enseñaba la posibilidad de unir en nuestro horizonte la
política y el saber en juego con la práctica analítica. Unos pocos nos
encontrábamos en ese bar pequeño que confrontaba con un restaurant enorme en la
esquina, que se pavoneaba con sus luces de neón, y que sin embargo en estos
días de 2015 irá a demolición. Nuestro pequeño sitio, continúa firme, diez años
después, con su estética tanguera y moderna.
“Encontrar respuestas analíticas en estos
tiempos llenos de preguntas implica ubicar gente decidida a sostener posiciones
claras y distintas, que tengan en cuenta las condiciones sociales y la
singularidad de cada sujeto. Las respuestas no son a todo ni para todos; mucho
menos absolutas; pero comunican a los que quieren preguntarse algunas cosas,
que hay quienes quieren responder a ello, desde el deseo de analizar”. (1)
Asumir un espacio de pertenencia para referenciar lo que se hace en San
Fernando, y luego también en Tigre, con la orientación lacaniana, nos permitía
iniciar la historia que marcó un antes y un después en nuestra manera de
relacionarnos con el psicoanálisis en nuestras ciudades de la Zona Norte del
Gran Buenos Aires.
La decisión de estar en el Instituto Oscar
Masotta era el resultado de un encuentro con una invitación, e incluso con una
provocación éxtima: -¿y ustedes, por qué quieren hacer una Delegación?-.
La sorpresa de la pregunta que no
esperábamos, hizo vacilar una primera respuesta que se reveló como portadora de
ideales. La orientación de nuestro interlocutor quebró esa ilusión con la
escritura de unas letras que nos separaban de la miembro, o luego del
procedimiento del pase, analista de la Escuela.
A partir de allí, promover el
psicoanálisis iba anudado a una práctica que implicaría no solamente una forma
de trabajar sino una modalidad de vivir.
Se trata de una historización que
conlleva una trama de la verdad en cada sujeto, una ficción institucional que
reconoce la repetición de la estructura, una falla constitutiva que
redimensiona la deriva que cada cual trata de simbolizar.
Al mismo tiempo insiste en la
práctica analítica un real que emerge de un modo inesperado, que reaparece en
los síntomas, los delirios, la angustia de los que acuden por un sufrimiento a
descifrar.
Las iniciativas sostenidas desde el IOM en
esta década, la cantidad y calidad de conferencias y debates, los cursos y los
seminarios (que sostenemos sabiendo de su diferencia), los módulos de unas
investigaciones que continúan, la ética de una clínica que intenta el sendero
de la rigurosidad, unas lecturas entre textos e interrogaciones, en fin, el
intento de establecer otras construcciones institucionales, resignifican
nuestra apuesta inicial.
Por último, pero no menos
importante, la fortuna de encontrar el Witz freudiano en nuestro recorrido analítico,
ha permitido conjugar una demanda al análisis con una política que habrá que
verificar en el deseo de cada uno.-
(1) Editorial de Respuestas Nro 1.
No hay comentarios:
Publicar un comentario